¿El nervio puede doler?
El nervio puede doler. O, mejor expresado, el nervio puede ser fuente de nocicepción. Situaciones que resulten amenazantes para el tejido nervioso son detectadas, procesadas y pueden determinar una experiencia de dolor.
El nervio está inervado. Es decir, hay neuronas encargadas de estar atentas por si alguna situación atenta contra el equilibrio del nervio. Estímulos mecánicos, térmicos o químicos de mucha intensidad pueden hacer que estas neuronas (nervi nervorum) “disparen” un mensaje de alerta a centros superiores del sistema nervioso.
El cerebro genera la percepción de dolor, proyectado (al menos aproximadamente) en el área del nervio potencialmente lesionado. Ahí es donde nos enteramos de que algo va mal, nos duele.
¿El dolor por lesión del nervio es como el de otras estructuras?
Cuando el dolor proviene del nervio ¿es diferente de cuando proviene de otra estructura anatómica? Es decir, ¿un nervio inflamado duele de forma distinta a un músculo, tendón o ligamento inflamado?
Lo cierto es que sí, pero no demasiado, y no siempre.
Cuando al cerebro llegan señales de nocicepción, hace una valoración de la nocividad señalada. Y en base a ello diseña una respuesta entre la que encontramos el dolor representado topográficamente en la zona que entiende debe proteger.
Pero esta respuesta se diseña no sólo en base a la nocicepción. También tiene en cuenta otros aspectos que determinan la respuesta como las memorias de experiencias anteriores, creencias, cogniciones… En definitiva, toda la información disponible para el cálculo de la relevancia de la respuesta.
Con lo cual, al final, la sensación desagradable que entendemos como dolor, y que nos invita a proteger una zona, no deja de ser una opinión del cerebro. La precisión anatómica del origen de la nocicepción desencadenante de la alarma no es lo más determinante en esta opinión. y, por ello, la respuesta de dolor cuando la nocicepción nace en un tendón, un nervio o un ligamento tienen más cosas en común que aspectos diferenciales.
¿Puedo saber si el dolor es por un nervio u otra estructura?
Como clínicos, nos esforzamos por ser específicos en el diagnóstico. Y, para ello, saber diferenciar de donde proviene el dolor es fundamental.
Indagamos en las diferencias (a veces pequeñas) entre los patrones clínicos de cada tipo de lesión. Intentamos identificar los mecanismos detrás de la experiencia de dolor, para ver si tienes más peso un exceso de nocicepción o un procesamiento deficiente de la información. Investigamos los procesos alterados alrededor de la disfunción, como restricciones mecánicas, inflamación de los tejidos, aportes deficientes de sangre…
Y, con todo ello, podemos llegar a conclusiones más o menos acertadas acerca del origen del problema.
Saber si la disfunción del nervio es lo más importante en toda esta ecuación, requiere el reconocimiento de varios ítems de información.
Los descriptores del dolor pueden ayudar. Varios cuestionarios validados para identificar el dolor neuropático, como la LANSS Pain scale, utilizan esta información. No obstante, el dolor desde el nervio no siempre es tan sencillamente reconocible por la forma en que es descrito verbalmente. La mayoría de casos no son descritos como dolor eléctrico, irradiado, urente u otros términos tan característicos. Sencillamente son descritos como “me duele”… con lo cual la investigación debe ir mucho más allá.
Mecánica, movimiento y diferenciación de estructuras
La inspección del movimiento es una herramienta especialmente útil. Para diferenciar de dónde viene el dolor, la mecánica es nuestra aliada. Estresar mecánicamente una estructura, sin estresar al resto, ayuda a apuntar al origen de la nocicepción.
De hecho, determinadas posturas ya nos aportan esta información. Disponer la anatomía para evitar mover, alargar o comprimir el nervio determina posturas antálgicas reconocibles, como el adelantamiento de la cabeza, elevación de la escápula, o inclinación de la columna.
El movimiento permite hacer progresivamente adversa la mecánica sobre determinadas zonas y tejidos. En concreto, un nervio inflamado desencadenará molestias cuando se somete a compresión (palpándolo con presión), o cuando lo elongamos de forma importante. En este caso, para diferenciar si el dolor se relaciona con la tensión del nervio o de otras estructuras músculo-esqueléticas vecinas, podemos concretar si es el nervio el que “se queja” quitándole tensión a distancia, sin involucrar a otras estructuras como músculos o ligamentos. Al ser el nervio una estructura prácticamente inextensible y generalmente más larga que los músculos, tensarlo y destensarlo desde zonas del cuerpo que sólo modifican la tensión del nervio es generalmente plausible. En neurodinámica, a esta maniobra de diferenciación tisular neural la conocemos como “diferenciación estructural”.
Si el problema del nervio es más bien que está recibiendo poca sangre, y por eso se queja (generalmente con parestesias en un inicio), la mecánica puede también ayudar a detectar el problema. Existen varias herramientas para emular la mecánica provocadora de la isquemia sobre el nervio. El test de Phalen para el síndrome del túnel del carpo es el ejemplo más conocido.
Estaría bien cerrar la entrada hablando de otras formas de concretar que el nervio es responsable del dolor. Las pruebas de imagen o las de electroconducción aportan información muy importante, pero no ayudan demasiado en este caso en concreto. El nervio puede ser fuente de dolor sin hallazgos en un electroneurograma, y con una resonancia mostrando normalidad.
¿Para qué me interesa saber si lo que me duele es el nervio?
La especificidad diagnóstica optimiza el enfoque terapéutico. Si somos más concretos a la hora de identificar la estructura que está siendo fuente de nocicepción, podremos aplicar nuestras herramientas de tratamiento con más acierto.
Y, especialmente cuando el dolor tiene un trasfondo neuropático, esta especificidad es fundamental. Recuperar un movimiento que está limitado y resulta doloroso cuando la naturaleza del problema es un nervio muy mecanosensible, requiere un enfoque terapéutico preciso, con la neurodinámica como hilo conductor, y varias consideraciones que deben ser atendidas para ayudar en la evolución del problema.
Saber el origen del problema ayuda también a entender su comportamiento. Para llevarse bien con algo tan variable y extraño como el dolor neuropático, es necesario conocerlo en profundidad.