Desde hace unos días ando inmerso en la lectura de «Mi dieta ya no cojea». Este libro de Aitor Sánchez, autor del blog «Mi Dieta Cojea«, mantiene la linea de desmontar mitos alrededor de la nutrición. Añade varias recomendaciones a tener en cuenta para comprar, cocinar y comer sano. Una obra interesante, en un mundo con tanto opinismo y controversia.
En algún momento de la obra, el autor comenta algo así como:
Lo importante no es si el melocotón pesa más o menos gramos. Lo importante es que mientras te estás comiendo un melocotón, no te estás comiendo unas natillas.
Este argumento me hizo pensar, encontrando cierta analogía con la recomendación de ejercicio.
Recomendar ejercicio desde la perspectiva de la relevancia
Algunos pacientes me preguntan si deben hacer los ejercicios por la mañana o por la tarde. Lo hay interesados por saber cuántas repeticiones. Otros quieren saber si deben descansar o no entre series. Muchos pacientes plantean la duda de si tienen que hacerlo cuando duele. Otros si deben llegar más o menos lejos en los movimientos…
También hay pacientes que no preguntan nada, que ni siquiera realizan la demostración para comprobar si han comprendido qué y cómo tienen que hacerlo. Bien porque la expectativa de ir a hacerlos es baja, o bien porque no lo encuentran relevante.
Y ahí es donde me llevaron las reflexiones que empezaron con ese melocotón que podía pesar más o menos.
A menos que la persona tenga una conciencia plena, un arraigo a su creencia, una dotación reconocida de la relevancia del programa de ejercicio, no va a tener sentido recomendar nada. Ya sabemos, por ejemplo, lo inútiles que son esas tablas estandarizadas que se aplican en muchos servicios de rehabilitación. Completamente inservibles.
«Los fisioterapeutas somos los encargados de hacer que los pacientes entiendan que los efectos perjudiciales del reposo son más grandes que los de hacer ejercicio». Es una frase que no hace mucho leí de algún compañero en twitter. Un argumento con el que no puedo estar más de acuerdo, y que sumo a esta divagación.
El paciente debe entender qué y para qué es el ejercicio. Cómo y por qué va a ayudarle. Qué actividades va a permitirle recuperar. De igual modo, la modificación en la programación del resto de su actividad física debe estar justificada. Sólo así habrá una posibilidad de que la idea «cuaje» en los esquemas mentales del paciente como relevante.
Así que, desde esta perspectiva, y lejos de defender la inespecificidad en la indicación de ejercicio terapéutico, podríamos más de una vez comentar al paciente:
Lo importante no es si el ejercicio es más así o asá. Lo importante es que mientras haces ejercicio, no te estás dejando atrofiar.