No tengo rayos X en los ojos.
Muchos paciente presentan una admiración ante la información que intento extraer mediante la observación de sus movimientos. Y, puestos a atribuir, exaltar esta habilidad casi al nivel de un don, no es infrecuente.
Pero realmente no se trata de una capacidad innata y maravillosa, sino más bien una habilidad adquirida, lentamente educada por el conocimiento, y limada con los años de experiencia.
La meticulosa observación del movimiento aporta mucha información cuando se sabe qué mirar, y sobre todo cuando se sabe atribuir los hallazgos en el contexto clínico del paciente.
Intentaré explicar algunos ejemplos de lo que intento obtener cuando, durante la exploración física, opto por la inspección dinámica y observación del movimiento.
Confirmar los hallazgos de la inspección estática
La primera observación del paciente me aporta información en relación con desalineaciones o deformaciones que pueden tener un significado en el movimiento alterado del paciente: un pie muy aplanado, rodilla que no llega a extender totalmente o que se mete hacia el interior, una columna vertebral demasiado curvada, la cabeza o los hombros muy adelantados… Cuando solicito un movimiento activo por parte del paciente, me interesa saber si corrige estas desalineaciones, y por tanto nos encontramos ante alguna actitud postural, o ver si se mantienen o incluso acentúan y puede tratarse de un desorden estructural o de control del movimiento.
Posición antálgica
Muchas veces, la actitud del paciente lo que pretende es evitar el dolor. Tal como ocurre en estática, durante el movimiento puede aparecer una estrategia adquirida que rehuya el dolor. Existen formas realmente grotescas de moverse, curiosamente inadvertidas por el paciente, pero muy útiles para evitar el dolor. Cuando observo estos movimientos, me resulta muy interesante ver qué ocurre si no dejo que el paciente se mueva de esa manera o en esa dirección. Si al corregir su estrategia de movimiento provoco sus síntomas, la información que tengo me va a ser muy útil a nivel diagnóstico, y como dirección de mi tratamiento.
Disfunción de control motor
En ocasiones es el propio paciente el que se hace daño al moverse. Por alguna razón, su complejo sistema de programación del movimiento está fallando y la consecuencia es un movimiento erróneo. Muchas veces, con instrucciones verbales adecuadas, consigo que el paciente entienda y ejecute una estrategia de movimiento óptimo. Muchas otras no es así, y me toca reconstruir y reprogramar con paciencia su movimiento, ya que se relaciona con la aparición de sus síntomas.
Mejor movimiento disponible
Uno de los hallazgos más frecuentes es encontrar una zona que se mueve en exceso debido a otra que se mueve de forma insuficiente. Lo fácil es encontrar la zona que se mueve mucho, pero lo útil es detectar la zona rígida. Un tobillo que no mueve suficientemente, por ejemplo, puede provocar, durante gestos como la marcha o la carrera, una hipermovilidad de la cadera. Perseguir mediante diferentes pruebas de movimiento activo la detección e implicación funcional de este hallazgo es uno de mis objetivos diagnósticos.
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