En estas fechas de jugueterías, cabalgatas y otros precursores de la histeria, la discrepancia entre las voluntades de niños y padres pasa por momentos sumamente delicados. El «tironet» al brazo del niño que camina de la mano de papa o mama, para que la criatura siga andando o suba un escalón, cual saltimbanqui del Circo del Sol, es ya algo frecuente de encontrar. Pero en estos días su incidencia casi roza el tópico.
La desfavorable situación en envergadura, peso y, dado el momento de distracción, de control motor del crio, pasa factura a su codo, y la tracción, no necesariamente muy brusca, puede tener consecuencias lesionales.
La subluxación inferior de la cabeza del radio respecto al ligamento anular es la expresión anatómica del síndrome conocido como pronación dolorosa. Digamos que uno de los huesos del antebrazo se sale de su «corredera» en el codo, y queda en una posición en que los giros quedan limitados y dolorosos.
La criatura queda con el brazo pegado a lo largo del cuerpo, codo extendido y antebrazo pronado, con la mano mirando hacia atrás. Es incapaz de utilizar el brazo, y por supuesto presenta cara de pocos amigos.
La lesión requiere una reducción manual bastante sencilla, y con resultado casi inmediato, por parte preferentemente de personal cualificado. Vamos, que toca ir al hospital para que le manipulen el codo al chaval. Conviene no retrasarse, entre otras razones para que la posición antálgica no permanezca después de la reducción mucho tiempo. Es una lesión con tendencia alta a la recidiva, y no se puede tomar a la ligera.
Sabemos todos que la paciencia es un bien tan preciado como escaso, e igualmente sabemos que si nuestro niño anda, corre, salta, es más, tiene sobrada capacidad para patalear y desquiciar a los progenitores, sus capacidades para subir o bajar un escalón solito son indiscutibles. Así que mejor prescindamos de ese tirón para evitar este mal trago, que en diciembre los niños ya tienen bastante con los mocos…
Por cierto, felices fiestas!
One Reply to “Pronación dolorosa”
Muy buen artículo, Carlos. A veces olvidamos lo subjestivas que pueden ser nuestras palabras como profesionales. Es un tema sobre el que se debe reflexionar y no dejar de autoevaluarnos con el paso del tiempo.
Un saludo.
Elena E.