Este fin de semana hemos estado recibiendo en osteon una formación organizada por zérapi de Pilates Clínico.
Salvo en petit comité, he intentado evitar pronunciarme alrededor del Pilates porque lo veía atrevido desde la ignorancia. Conociendo diferentes orientaciones de ejercicio terapéutico, no acababa de entender las peculiaridades que ofrece el Pilates y que lo hacen tan atractivo para las masas.
Pilates, como marca, sigue teniendo fuerza, y no será por falta de alternativas con nombres rimbombantes. Y sobre todo, me refiero a las grandes masas que acuden a cursos en los que los mismos monitores que imparten a grupos de ratios vertiginosas zumba, aerobic, o bailes de salón, les animan a hacer abdominales en variopintas posiciones con el respaldo de una pelota grande como supuesto soporte de la marca Pilates.
Por lo que pude leer antes del curso, por lo que ya conocía anteriormente, y por lo visto durante esta formación de Pilates Clínico, lo que me queda claro es que lo que hace más peculiar al Pilates es la figura de un fisioterapeuta dirigiéndolo para evitar barbaridades.
Igual suena a publicidad de la profesión, pero dudo que hoy en día alguien se crea que el ejercicio terapéutico, entendiendo como tal el que está orientado a pacientes y personas con una susceptibilidad clínica determinada, pueda ser evaluado y dirigido por otro profesional que no sea un fisioterapeuta.
Mi opinión es que lo que hace especial al Pilates no es la diversidad y originalidad de los ejercicios propuestos, sino la imperativa necesidad de un profesional de la fisioterapia vigilando y corrigiendo para evitar la elevadísimo nocividad que estos ejercicios son capaces de otorgar.
Porque no hablamos de «coge aire, suelta y relaja». Hablamos de posiciones en las que te acuerdas hasta de los recovecos más recónditos de tu anatomía si no tienes una base de control motor suficiente. Coordinación, atención, fuerza, respiración, alineación, fuerza, equilibrio, propiocepción, fuerza, control… y ¿he dicho fuerza?
Porque, a modo de ejemo, y rememorando algunos momentos del curso, cuando algún ejercicio sencillo salía bien, Ana Rita y Elisa, nuestras docentes del curso, se ingeniaban una progresión para recordarte que, sin control y fuerza, la cosa se ponía complicada. Y es que el control motor no deja de ser otra expresión de la fuerza.
En fin, me ha gustado lo que ofrece esta forma de ejercicio, he entendido por qué tenemos tantos pacientes que acuden con dolor lumbar debido a una mala práctica de Pilates, y me ha animado a intentar entrenar algunas de esas progresiones tan desafiantes a ver cómo evoluciona la cosa.