mayo 17, 2011

Mi ex-menisco (parte V)

La primera semana

Si hay algo que caracterice la primera semana después de la artroscopia, es el incordio del vendaje y los tirones en los «puntos».

No es el dolor de rodilla. Al menos, en mi caso, no fue el dolor. No llegué a tomar ni un analgésico en casa, porque cuando más molestias aparecían en la rodilla era por la tarde-noche, y con esclafarse en el sofá y acostarse pronto en la cama a dormir, suficiente.

La marcha, si es que se le puede llamar así a esa desgarbada maniobra de locomoción que adoptas, no es especialmente molesta. La carga en sí no duele en exceso, y las muletas no son necesarias. Lo molesto es la incapacidad de flexionar la rodilla, que desbarata la fase de despegue en el paso, y el sufrimiento del resto de estructuras. La espalda y la otra pierna padecen considerablemente las extraordinarias solicitaciones mecánicas a las que quedan irremediablemente sometidas.

Un insidioso dolor en sacroilíaca izquierda (contralateral), sumado a una sensibilización del sistema neurodinámico longitudinal bilateral (neuroeje y ciáticos), adquirió su máxima expresión el quinto día desde la intervención (y se alargaría un par de semanas). Creo que superaba a la rodilla como fuente de nocicepción, sobre todo en los cambios de decúbito y las transferencias bipedestación-sedestación.

Es una semana de isométricos de la musculatura relacionada con la rodilla, de intentos de flexión de la rodilla, limitados principalmente por el vendaje (en cuyo defecto serían las cicatrices de la artroscopia), y de pequeños y antiestéticos desplazamientos por casa y los sitios a los que te «transportan» en coche.

Una especie de semana de incómodas vacaciones, aderezada con los pinchazos de heparina en la barriga (algo que con mi escaso panículo adiposo resultaba tedioso), antes de la retirada de las suturas quirúrgicas (realmente unas grapas) y revisión por parte del cirujano, como banderazo y luz verde para los ejercicios de fisioterapia más intensos para reincorporar la pierna a su uso anterior.

Esto es lo que queda de mi pierna al retirar
el aparatoso vendaje y dos o tres grapas.
Y ahí los daños colaterales, a la vista
representados por un par de cicatrices
abultadas a los lados del tendón rotuliano.

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