mayo 13, 2011

Mi ex-menisco (parte IV)

Post-operatorio

En la sala de despertar pasas frío. No sé si es por algún potingue anestésico que llevas en la sangre, o por el hecho de estar semidesnudo tumbado en la cama, pero te quedas congelado.

Cuando se apiadan de ti, te tapan, por el mismo precio te miden la presión arterial, te cambian el gotero, te meten un termómetro en la oreja («pip»), y a partir de ahí, mirando al techo (la enfermera me riñe por levantar la cabeza para verme la venda, argumentando con razón que no es bueno por el pinchazo en la espalda de la anestesia), como decía, entonces aprovechas para situarte en lo que te acaban de hacerte en la última hora.

La sensación que te deja la anestesia raquídea es difícil de olvidar: te tocas, y la discrepancia entre lo que sientes en la mano y lo que no sientes en la pierna es realmente alarmante. Lo entiendes, pero el mareo propioceptivo que provoca no es nada agradable. Miras el dedo, y le mandas que se mueva, y el dedo ahí está sin ni siquiera vibrar.

Te suben a la sala, y cambian los goteros enchufados a la dichosa vía.
Tengo una teoría al respecto: creo que la razón por la que la vía es tan repugnantemente dolorosa es en realidad una inteligente maniobra de enfermeras para distraerte del principal foco de nocicepción, que en mi caso debería ser la rodilla derecha. Porque ni tan siquiera a las 5 horas, en las que se difumina el efecto anestésico y empiezan los dolores post-quirúrgicos, recuerdo haber sentido un dolor tan desagradable como la vía de la mano.

Pero bueno, sigamos con la rodilla.
A la hora de estar en sala, recupero el control de parte de las piernas, y empiezo a hacer isométricos (o creo que hago algo que se le parece). A las 2 horas, a mover los tobillos, y a las 3 horas, los dedillos de los pies, que no dejo de mover para estimular la circulación. Mi mujer también colabora en la recuperación sensorial estirándome con saña los pelos de las piernas, aprovechándose al ver que no me quejo en absoluto. No creo que sirviese para nada, pero viendo lo bien que se lo pasaba ella con esa tortura silenciosa, como para protestar.

Una parte menos divertida de la salida de la anestesia fue la micción. Un intenso dolor en el bajo vientre empezó a indicar que la vejiga no daba para más. Ni visualizando la apertura del esfínter, ni metiendo la mano en una palangana con agua fría, ni imaginando cataratas. Nada hacía que se relajase el esfínter, totalmente fuera de mi control voluntario, y el dolor ya llegaba a la espalda (recordaba en esos instantes el reventamiento de riñones del abuelo de los Simpsons en el episodio en que Homer se niega a detener el coche para que orine) , algo que desde enfermería solucionaron con un sondaje.

Aliviado, por la desaparición del dolor abdominal, por la aparición de las molestias en la rodilla (indicativas de que las causas volvían a su cauce), y sobre todo porque una enfermera celestial me trajo la cena (ni que decir tiene que pasas bastante hambre ese día), me atreví a ponerme de pie.
El primer apoyo es como si te clavasen una daga en la rodilla, lo que de que pensar que mejor te echas a dormir, y al día siguiente más.

De buena mañana (a las 7:05h, con un simpático ¿has dormido bien?, la enfermera te despierta y da a entender que ya toca despertarse) te levantas y, sorprendentemente (aunque el traumatólogo me había indicado que así sería), puedes andar sin muletas y prácticamente sin molestias. Notas presión en la rodilla, y ésta no se dobla mucho, pero bueno, lo mejor es que firmas cuatro papeles, recoges sobres y los pinchazos de la heparina para la barriga, y te vas a casa.

Y ahora, comienza la recuperación.

2 Replies to “Mi ex-menisco (parte IV)”

iMAM: me intervinieron hace un mes, y durante la aventura narre mis peripecias con lápiz y papel, y poco a poco lo voy pasando al blog.
Pienso que puede ser útil para aquellos que tengan que pasar por una meniscectomía, y lo estoy compartiendo muy a gusto sin saltarme nada (espero).
Hoy he corrido mi primera carrera post-meniscectomía, y todo ha ido bien (echando el higadillo, pero la rodilla en su sitio)
Gracias, por los ánimos

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