mayo 2, 2011

Mi ex-menisco (parte III)

En quirófano
Esta es mi querida pierna,
unas horas antes de la intervención

El día de la intervención, la gente que te circunda ya se ha encargado de que estés nervioso, preguntándote durante los días anteriores si estás nervioso. Así que ahí estás, rellenando papeles y firmando más consentimientos, repitiendo tu fecha de nacimiento y que no has comido nada desde ayer a unas cuantas enfermeras, y disfrazándote de nuevo con pijamas de hospital.

Cuando te llevan a quirófano, te ves transportado en la cama, en ese típico plano contrapicado dinámico del que abusan en la serie ER (urgencias). Aunque ahora me parece algo incluso artístico, entonces no me hizo ni pizca de gracia..
Después te aparcan junto a otras camas, y las batas que te orbitan pasan a ser verdes. Hasta que en algún momento aparece una enfermera que se dirige a ti, y durante una conversación prefabricada te pincha una vena del dorso de la mano y deja la aguja pegada con esparadrapo y 3 tubos huecos al aire. Uno de ellos se ve ocupado con prontitud por un tubo transparente que llega a un gotero con algo «para que estés más tranquilo».

El traumatólogo-cirujano aparece por la sala, y me resume la función por venir. Me invita a ver por el monitor  la intervención, y acepto encantado.

Entonces aparece el anestesista, el de la entrevista de unos días atrás, esta vez con mascarilla y una acompañante cargada de artilugios. La enfermera me avisa «notaras algo muy frío», algo que de hecho ocurre, y me rocía con un spray la espalda. El anestesista avisa después que se avecina un pinchazo, me colocan en posición de slump, y acto seguido una extraña sensación eléctrica recorre desde la espalda hasta los pies.

De ahí paso a la mesa de quirófano (paso yo solito, es lo último que hago yo solito hasta varias horas después), donde me «acomodan». Dejan una sábana frente a mi a modo de parapeto para no verme las piernas, varias personas van poniendo y quitando cosas en ese campo que queda cubierto por la sábana,  y tras unos minutos, el cirujano se acerca para comenzar su labor.

Aunque no es el de mi
rodilla, se parece bastante
al panorama que se
apreció en las primeras
imágenes artroscópicas

En el monitor aparece de repente la imagen del interior de mi rodilla. «Este es tu menisco interno, este el ligamento cruzado anterior (por cierto, en dos fascículos, una variante relativamente frecuente), esto de aquí es el menisco externo, la rótula, el cóndilo,… volvemos al menisco interno,… y ahí está el fragmento roto. Es una rotura pediculada del menisco interno» mientras comenta esto último, mueve con uno de esos artilugios introducidos en la cápsula de mi rodilla un fragmento de blanquecino fibrocartílago. El fragmento baila con la marea provocada por el suero inyectado en la rodilla, y de repente aparece otro instrumento con una tijerita en la punta, que con 3 «chacs» separa el fragmento del resto de menisco. «aspirador» y adiós trocito de menisco.
Dos de los tubos que están usando para inyectar el suero y expandir mi cápsula articular, están a la vista a unos 15 cm de mi cara. Tras el tercer «chac» observo con detenimiento el tubo del aspirador, esperando ver pasar mi ex-menisco, pero creo que miro muy tarde porque no consigo verlo.

El cirujano me explica en esos momentos que va a ir retirando las partes inestables del menisco restante, y sigue cortando pequeños fragmentos hasta dejar un borde limpio. Los trocitos recortados bucean unos segundos, hasta ser aspirados. Me explica que prefiere optar por la máxima economía en la cirugía, y dejar todo el menisco que pueda.

Y, tras una última indagación con la cámara por los recovecos de mi expandida articulación, se acaba la película. El cirujano saca los tubos, y se acerca para recapitular, de forma concisa, su intervención.
Dos personas se acercan al puesto del cirujano, supongo que a coser y vendar mi pierna. Aunque durante la operación algo de confusa propiocepción me ha ido informado de los quehaceres del cirujano, ahora no noto nada, y para cuando retiran la sábana, ya tengo la pierna vendada desde el tobillo hasta casi la ingle.

Y esta es mi querida pierna, de nuevo, unos minutos después
de la intervención… aunque en esos momentos no la sentía
como mía por la anestesia, pero en la foto sale igualmente 😉

Dos celadores se acercan con la cama con la que me trajeron y una plancha roja, que me recuerda las camillas esas de salvamento. Me vuelcan de lado, y cuando quiero darme cuenta, estoy deslizándome como en un tobogán hacia la cama.

Con el oportuno chiste de «te imaginas que se quema el hospital y todos gritamos «maricón el último»», tras el cual compruebo que ni noto ni muevo absolutamente nada de cintura para abajo, me dirigen a una salita «de despertar».

Continuará…

2 Replies to “Mi ex-menisco (parte III)”

De lujo, villovi
ahora mismo vengo de entrenar 30 minutos a menos de 5 el km, y mañana hará 5 semanas de la artroscopia.

El cirujano hizo lo suyo con maestría, y del resto me encargué con ahínco (si no usamos las artes que aplicamos a nuestros pacientes con nosotros cuando toca, mala señal)

Gracias por el comentario!

Por cierto, cómo va aquello del 100K?

Deja un comentario