Las sutiles técnicas de RPG (reeducación postural global), Alexander, y otras técnicas de la fisioterapia basadas en el control motor son muy eficaces para concienciar al paciente de su desequilibrio postural y ayudarle a corregirlo antes de que las desviaciones se estructuren o se desarrollen compensaciones irreductibles. Podemos considerar la higiene postural como aquellas normas a seguir para evitar en la medida de lo posible llegar a provocar lesiones relacionadas con una postura deficiente.
La higiene postural empieza con el nacimiento. Los primeros accesorios de transporte y reposo de los bebés (capazo, hamacas, sillas de coche, mochilas) deben permitir el desarrollo correcto del tono muscular y la evolución de las curvas fisiológicas de la columna vertebral. En general, recomendamos superficies planas (desde el principio, en el mejor sitio donde puede estar el niño es en el suelo), y en las mochilas de transporte tener cuidado con la posición de la cabeza. En cuanto a la posición al brazo, la mejor forma de llevar al niño cuando ya se aguanta la cabeza (a partir de los 3 meses más o menos) es con las piernas abiertas sentado en el costado, sobre nuestra pelvis. Y para dormir, y sin ánimo de avivar controversias (al relacionar los pediatras la muerte súbita del lactante con la posición prona, las madres se han convencido de que dejar dormir boca abajo a sus criaturas no aporta más que riesgos), muchos fisioterapeutas y osteópatas defendemos los beneficios posturales de la posición prona, dormir de lado sigue siendo una buena opción, y lo de boca arriba mejor lo dejamos estar (por cierto, ¿cuantos animales habéis visto dormir panza arriba?).
El niño ya ha crecido un poquito, y para seguir protegiendo sus caderas, y asegurar un patrón de locomoción correcto, lo más prudente es desechar el uso del andador o tacatá. Cuando el niño juega sentado en el suelo, los padres pueden empezar a dirigir los buenos hábitos posturales, observando la postura en que el niño se sienta. Debe evitarse la postura en “W” de las piernas (apoyar el culete en el suelo con los tobillos a cada lado), al resultar especialmente agresiva para las caderas y rodillas. Hasta los 3 años, lo normal es que el niño se siente con las piernas extendidas, y a partir de esa edad, como el hueso crece más rápido que el músculo, la tensión de los isquiotibiales hace que lo más cómodo sea sentarse como los indios.
Ahora el chaval empieza el cole. Podemos considerar la palmada en la chepa con la que la madre acompaña el comentario “ponte recto, niño” como un buen acercamiento a las técnicas de corrección postural. Es en la edad escolar donde suelen presentarse las primeras inquietudes por las desviaciones de la columna. El efecto de esas mochilas dignas de un sherpa no da lugar a dudas, y ahí aparece la más que discutible figura del trolley como sustituto y corrector del hábito. Parece ser que las videoconsolas mantienen a las queridas criaturas demasiado ocupadas (y calladas, y encorvadas), y como la comunicación entre padres e hijos no es el fuerte de muchas familias (¿y si el niño se me estresa al decirle que no veo oportuno para su cuerpo y mente que esté 4 horas jugando esclafado en el sofá?), comprar un trolley acaba siendo la opción más recurrida.
Más adelante, cuando el niño deje de vaguear y le de por estudiar y hacer algo de deporte, seguiremos con la higiene postural en esas etapas.