osteon rayos neuronas 3
junio 8, 2012

Hasta el 40 de mayo… o por qué nos duele cuando va a cambiar el tiempo

Siendo en su día 40 de mayo, y aunque ya me había quitado el sayo hacía semanas (Alaquàs es así de meteorológicamente espléndida), me dió pie el tema a hablar de esos dolores relacionados con los cambios del tiempo.

Son varias las razones que se han atribuido al hecho irrefutable de que ciertas áreas del cuerpo, articulaciones, cicatrices, antiguas lesiones, u otras zonas en las que nuestro cerebro ve a bien proyectar el dolor, muestran una predilección a mostrarse sensibles cuando las condiciones meteorológicas anticipan modificaciones.

O, lo que es lo mismo, que duelen más cuando va a llover.

cambiar el tiempo dolor cuerpo articulaciones

De entre ellas, hay dos razones que me convencen más, o bien que simplemente me resultan más cómodas de entender.

¿Filogenética?

La primera, nos devuelve al mundo animal.

Tenemos receptores diseminados por nuestro cuerpazo, cada uno ocupado de captar diferentes situaciones y transformarlas en señales. Los barorreceptores, en concreto, atienden a los cambios de presión en arterias, articulaciones, etc., y, según parece, también a esos cambios barométricos relacionados con la presión atmosférica. Su utilidad puede relacionarse con advertir al cerebro del usuario, algo así como «colega, va a caer la de Dios, así que ni se te ocurra salir del refugio a cazar o a buscar pareja».
Nosotros ya no necesitamos este sistema, porque vivimos con todas las comodidades imaginables (y otras que los grandes vendedores imaginan por y para nosotros, si cabe). Pero posiblemente, algunas señales siguen circulando en respuesta a estas situaciones, y nuestro cerebro hace el resto para convertirlo en un aditivo, incluso en rol de ignición, de la neuromatriz del dolor.

¿Memoria?

La segunda, nos aproxima a esa capacidad mnemónica de nuestro cerebro.

Experiencias anteriores de dolor, si se relacionaron con condiciones atmosféricas desfavorables, como por ejemplo un accidente de tráfico por patinazo en la calzada mojada, con una cervicalgia de larga duración como resultado, pueden reaparecer cuando se repiten componentes de la misma, como puede ser que se ponga nublado el día.

Quizás son tonterías lo que he escrito, porque no puedo referenciarlas, al no recordar donde las he oído – leído, pero en el caso de que sin darme cuenta me lo haya inventado, pues ahí estáis vosotros para opinar.
😉

20 Replies to “Hasta el 40 de mayo… o por qué nos duele cuando va a cambiar el tiempo”

Yo llevo un clavo gross-kempf de 42cm en fémur acerrojado a próximal y distal, además de tornillería para fractura de maléolo peroneo, posteriormente. 

Durante los primeros años de la lesión de fémur, la sensibilidad era máxima. Podía predecir una inundación con un día de antelación. Solía notar una molestia intensa en la ingle y parte alta del fémur que me impedía caminar, acompañado de dolor cicatrizal, en forma de pinchazos y escozor.  Eso, fue remitiendo con el paso del tiempo. Y se hizo mucho más esporádico, hasta que, como residuo, me ha quedado el tema de la cicatriz, cuando hay bastante humedad y el día es malo.

Actualmente, la que suele estar más sensible a estos fenómenos es la lesión del maléolo. Al apoyar el pie y cargar, un día de bajas presiones, notas que no le hace demasiada gracia. Y la cicatriz, también se hace notar. En cambio, la lesión de fémur (2002), muy raramente me da problemas.

A mí, me puso en la pista del tema de la presión atmosférica mi fisio del Centro de Rehabilitación de Levante. Supuse que al llevar el metal dentro del hueso, ocurría como en cualquier obra civil: dilatación del material. Así que estuve analizándolo, y era matemático. Creo que era la explicación más lógica que respondía con más exactitud a lo que sufría.

Pero, claro, ¿qué pasaba entonces con las cicatrices? ¿Y por qué la ultima lesión es la que más me afecta y la anterior ya no? Nunca lo he llegado a entender. Y, probablemente, el componente cerebral tenga algo que decir.

Creo que lo mejor que podríamos hacer es explicarles las 2 o 3 teorías a nuestros pacientes albañiles, ganaderos, agricultores, etc. que son los que viven esa «experiencia» de una forma mas frecuente que nosotros, que trabajamos agustito bajo techo y con una temperatura agradable. Por que por mucho que queramos teorizar esto, ellos seguro que nos sacan de la duda gracias a su experiencia. Un saludo

Interesante los comentarios! yo creo que hay de todo un poco. Sensores que cambian con el tiempo (quizás como adaptación biológica para la supervivencia), un cerebro «que se entera» porque es un cambio, y una atribución erronea causa-efecto cerebral y cultural («me duele hoy por el tiempo» o eso dicen). Yo en la residencia de ancianos no me encuentro mucha correlación entre mal tiempo y aumento de dolor, lo que si que es cierto es que, por ejemplo, yo tengo más «vitalidad» los dias soleados que los de lluvia. Lo atribuyo a algo como «hoy chico, es mejor que te quedes en casa.» Le daria más importancia a la creencia social que al tema sensorial de los barorreceptores.

yo me inclino por la primera y el hecho que los barorreceptores capten esos cambios. También está la teoría iónica, donde has tenido una lesión existe un cambio iónico, por ejemplo, en un callo óseo podría existir más iones Ca+. Al estar la atmósfera cargada negativamente por las bajas presiones, estas zonas más sensibles lo podrían captar, lo mismo ocurriría en una cicatriz, úlcera… No sé podría ser otra causa…

Voto los 2.
Y añado un tercero. Que tal un paciente con tendencia catastrofista y alteraciones de estado de ánimo, con un cerebro hipervigilante, con sus experiencias en dolor somatizadas, etc. Que a la que llega el día gris, sin luz, lluvia.. afectación en el estado de ánimo lo que influencia a su cerebro ruidoso desencadenando fijación en el dolor? Apuesto por estado de ánimo con la ausencia de luz – psicología – dolor.
Me he tirado a la piscina, pero lo he intentado razonar desde lo poco que sé sobre dolor, depresión y psicología.

Estoy con Hallia, me encuentro con pacientes afectados en neuro con respuestas más sensibles a estímulos que quizás toleraban mejor anteriormente, como por ejemplo estiramientos u otros, donde se desencadena una reacción asociada más «precoz» o exagerada durante los días grises que en otros. Puede ser?
Agradezco tu publicidad iNAM, no conocía tu blog (lo siento xq sé que eres de los antiguos participando por los blogs), así que intentaré ponerme al día.
Saludos

El estado de ánimo, desde luego, podría también vincular la negativa atribución a las lluvias.
Pero, ¿por qué cuando va a llover a mi me duele la rodilla (intervenida en un par de ocasiones), siendo que un día lluvioso es para mi lo más bonito y agradable?
Ahí queda, David…

Atribución negativa a las lluvias, esa era la idea, si. Aunque quería enfocar más hacia la idea de la falta o ausencia de luz, que puede provocar irritabilidad, nerviosismo, «malestar»… a los cerebros que atribuyen relevancia a la luz (que serán la mayoría). En ausencia de ésta, crea alarma, se hipervigila y se manifiestan esos dolores.

En tu caso, atribuyes un día lluvioso fantástico, pero quizás a nivel evolutivo, en el momento que se acerca la lluvia o tormenta, se le atribuía relevancia y peligro para que buscáramos amparo o un techo no sólo para no mojarnos, sino evitar otras consecuencias más graves.
Podríamos plantearnos relevancias «genéticas», como las fobias a arañas, serpientes, cucarachas, ratas… generación tras generación para perpetuar la especie.

En los cambios (meteorológicos, hormonales, contextos…) aumenta la cuota de errores evaluativos. La novedad activa la alerta. La sensibilización ante las variables físicoquímicas exige un valor de recompensa. Creo que ese valor lo aporta la cultura con sus tópicos.

La explicación mnemónica no me parece descabellada.

La primera de las opciones nos da una mayor ventaja biológica. La segunda sólo explicaría algunos dolores en condiciones específicas, por lo que sería menos beneficiosa de cara a nuestra supervivencia, pero creo que el condicionamiento tal y como explicas puede exisitir.

Por otro lado, parece que son menos los pacientes que presienten el cambio del tiempo de los que pensamos: http://bodyinmind.org/effect-of-weather-on-arthritis/.
¿Será que hacemos una atribución errónea respecto del dolor y el cambio de tiempo, considerando como más relevantes los cambios de tiempo que suceden justo después de padecer un dolor conocido? Estoy seguro que esta circunstancia también se da.

No, no necesariamente se debe a un error. De hecho me inclino más por la primera de las opciones que por la segunda, puesto que ésta implica una experiencia dolorosa previa, asociada a un estado meteorológico concreto. En tal caso, la relación que establecemos entre el dolor y el cambio de tiempo no sería necesariamente universal, como parece que sí pasa.

Me refiero a que muchos pacientes dicen experimentar dolor y acto seguido te comentan «claro, con el cambio del tiempo de estos días es normal que me duela». Cuando analizas la situación te das cuenta que no ha habido cambio de tiempo alguno durante los últimos días, pero el paciente lo ha percibido de esta manera.

Yo ando un poco entre las dos, la verdad. Siempre había pensado en el tema de los cambios de presión. Tengo un paciente con parálisis cerebral y un nivel cognitivo muy, muy bajo que está mucho más nervioso e intranquilo cuando hay cambios de tiempo, se acercan tormentas… Y él no tiene ese componente consciente de relación del tiempo con su estado (o eso opino, es posible que me equivoque, ya que no puede comunicarse verbalmente, y no podemos saberlo). Pero la segunda opción tampoco me parece descabellada. Considero que ambas pueden estar implicadas.

Carlos, iba a ponerte que tenía yo preparado de hace tiempo un borrador sobre el mismo tema, cuando voy a revisar y… ¡resulta que ya lo había escrito!
Así que permíteme esta cuña publicitaria para quien quiera leer algo más: http://fisioterapiamanoamano.blogspot.com.es/2012/04/entre-nubes-y-claros.html

La explicación «animal» que das es la que yo comparto. La explicación «emocional» la veo más excepcional.

Otra cosa: aunque creamos que este tipo de dolor sea un error cerebral (o una tontería cerebral, pues hoy en día no tiene sentido), no debemos olvidar que este fenómeno EXISTE.

Yo siempre he apostado por la primera, me parece razonable y sensata, y así se lo explicaba a mis pacientes (tampoco se si lo he leído en algún lado). Sobre la segunda aún no puedo opinar (estoy en pañales en esto del dolor)

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