La sensación posterior al crujido de los nudillos es tan irresistible para algunos, para aquellos que habitualmente buscan el alivio mediante tal maniobra, como desagradable resulta para otros, aquellos que encuentran impertinente el procedimiento y no dudan en augurar las malévolas consecuencias de tal adicción.
Para obtener el característico chasquido de las articulaciones, es necesario llegar a una posición extrema de flexión o extensión, y superarla en unos grados. Digamos que no es algo fortuito, hay que retorcer y angular los dedos con bastante decisión e intensidad.
¿Qué sucede cuando cruje una articulación?
Actualmente se sabe que el ruido no proviene de los tendones o los huesos cambiando de posición, rozándose o chocándose entre ellos. El sonido proviene de un proceso súbito de formación de unas burbujitas de gas dentro del líquido sinovial en respuesta a los cambios de presión dentro de la articulación. Tal proceso se conoce con el nombre de tribonucleación, y ha sido demostrado mediante resonancia magnética y ultrasonidos.
Tras el crujido, las articulaciones quedan algo más flexibles durante un corto espacio de tiempo. Aunque los que llamaría “natural born knuckels crackers” (en inglés me ha parecido más impactante que decir crujidores natos de nudillos) intenten atribuir la sensación de alivio y satisfacción a esta ganancia de movilidad, lo más posible es que, aunque no muchas veces lo reconozcan, sea la audición del propio chasquido lo que genera la sensación placentera.
Pero, a largo plazo, ¿resulta perjudicial para la salud articular crujirse los nudillos?
Pues, si nos atenemos al curioso experimento con el que Donald L. Unger ganó el premio Ig Nobel (unos peculiares galardones que premian aquellos descubrimientos científicos que primero hacen a la gente reír, y luego pensar), crujir los nudillos no acelera la degeneración articular, en contra de lo que su insistente madre profetizó desde la infancia, y que animó a este pertinaz investigador. Donald estuvo manipulándose, diariamente y con audibles chasquidos, las articulaciones de su mano izquierda durante 60 años, sin hacer crujir en ningún momento ni un nudillo de su mano derecha. Consiguió con ello demostrar, al menos anecdóticamente, que la ausencia de diferencias en hallazgos radiológicos de artrosis entre sus manos, confirmaba la ausencia de esos supuestos efectos perjudiciales de los chasquidos.
Desde luego, no podemos negar que existe gente ingeniosa, y que cada uno se entretiene como quiere…