enero 2, 2012

Dolor de riñones

La tergiversación a la que pueden llegar las fantásticas capacidades polisémicas de nuestro rico lenguaje es sorprendente.

– Me duelen los riñones.
– No, cariño, es la espalda, los riñones no pueden doler.
– ¿cómo que no, cómo se nota que no fuiste tú la que tuvo que expulsar una piedra así de grande orinando? ¿no recuerdas lo mal que lo pasé con el cólico aquel?
– Pero eso era otra cosa…
A todo esto, yo callado para evitar interponerme en discusiones de pareja, a esperas de que me tocara intervenir. El señor doblado para sobrevivir a su estenosis de canal, y la señora en la silla temiendo despertar la ira de su dolorido marido.
Desde luego, los riñones del pobre paciente (salvo casualidades de esas que a veces te hacen dar más vueltas que un perro persiguiéndose la cola), estaban bien. Su lumbago nada tenía que ver con ellos.
Pero los riñones sí pueden ser fuente de nocicepción, y, efectivamente, convencer al cerebro para producir un aberrante dolor.

El dolor de origen renal (es decir, el dolor despertado realmente por algún problema en los riñones), se describe como una sensación álgica referida en el ángulo costovertebral, lateral al músculo sacroespinal y debajo de la duodécima costilla.

La causa de dicho dolor generalmente es la distensión aguda de la cápsula renal, debido a un proceso de obstrucción. Dicha distensión es la fuente de la nocicepción, y gracias a ella el paciente sufre y advierte el grave problema.
Por la brusquedad de su aparición, la intensidad del dolor y el importante malestar general que provoca, el cólico nefrítico constituye una verdadera urgencia médica, y aunque sea algo que pocas veces acabe en la consulta de un fisioterapeuta, no está de más aclarar que queda muy lejos de nuestras capacidades terapéuticas.
Ahora bien, por cercanía topográfica una gran parte de la población sigue relacionando su lumbalgia con los riñones, pero eso es otra historia…

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