Mirarse el ombligo tensa el sistema nervioso central, mientras que mirar el cielo pinza las raíces de los nervios periféricos.
La biomecánica así nos lo demuestra.
La neuro-ortopedia clásica define los tests de Neri y Kernig, relacionando la aparición súbita de dolor lumbar al flexionar el cuello con una posible hernia discal lumbar.
Neri testa de pie, y Kernig lo hace tumbado en supino, con las manos del paciente bajo su cuello. En cualquier caso, la flexión cervical es el componente provocador principal.
El test neurodinámico de Flexión Pasiva de la Cabeza valora las consecuencias del deslizamiento craneal del neuroeje. Testa la mecánica de este movimiento, en su progresión hacia el aumento de la tensión de las estructuras neurales intracolumnares. Dicha tensión puede despertar algunas alarmas; el cerebro puede considerar que las señales provenientes de los tejidos deformados por el test son indicativas de peligro, y sugerir una respuesta dolorosa.
Es así como, al menos yo, interpretaría las respuestas a los tests. No etiquetaría nunca un dolor lumbar en el test de Flexión Pasiva de la Cabeza, (ni un Neri o Kernig), con la patognomía por bandera, como señal inequívoca de hernia lumbar.
No antes de tener la suficiente información.
Así, por ejemplo, recuerdo cierto signo de Brudzinski que aproxima el pensamiento a la temida meningitis de los prescolares.
Por otro lado, el test clásico de Spurling, (extensión cervical, inclinación y rotación homolateral, más compresión axial), interpreta la aparición del dolor cervicobraquial como una radiculopatía cervical.
Los componentes del test cierran el foramen intervertebral, lo cual, en caso de inflamación radicular, indefectiblemente va a despertar alarmas (y, me atrevería a decir, no pocas). Igualmente, las señales llegarán al cerebro que, asustado por la insolencia de dicha compresión, regalará al paciente una generosa experiencia dolorosa.
Más pruebas serán necesarias para confirmar la radiculopatía, hacer diferenciales con, por ejemplo, artrosis cigoapofisaria, valorar la presencia de signos neurológicos (sensibilidad, fuerza, reflejos),…
Son tests, nos aportan información, y nuestro deber es interpretarla.
Sumarla a lo conocido y condicionar nuestra exploración a sus resultados.
Preferiblemente, sabiendo lo que anatómica y mecánicamente se testa, y lo que suponen a nivel representacional, es decir, presumiendo lo que el cerebro de nuestro paciente opina de ello,…
Razonando, siempre razonando.