Fisioterapeuta. Desde 1998 y hasta hoy.
20 años en la profesión. De hecho, algo así como la mitad de mi juvenil vida 🙂
20 años en un camino con muchas curvas. Con subidas y bajadas, tropiezos y algún que otro porrazo dado el resbaladizo pavimento de nuestra profesión.
Un incesante caminar por variados contextos, con paisajes cambiantes como telón de fondo. Un paseo largo que, lejos de agotar, ha supuesto siempre una motivación creciente ante la expectativa de cada vez más que aprender.
Una travesía en la que enormes personas han sido, y son, compañeros de fatigas, en su mayor parte fatigas a repetir. Grandes momentos.
Una experiencia como clínico que, durante 20 años, va haciendo menos complejo el decidir, al menos, qué no hacer. Tiempo para aprender qué verdades relativas son más plausibles.
20 años en los que el efectismo de las tormentas, las mariposas y las cornetas, de tentaciones comerciales disfrazadas de rápida solución, no han conseguido distraerme del objetivo que me animó a meterme en todo esto: ayudar a mis pacientes. ¿Que suena a tópico? Pues que suene como suena, pero no entiendo otra motivación en un sanitario.
Avanzando desde la temerosa aproximación al paciente en los inicios, a una aún más prudente atención actual. Porque la confianza en la praxis sólo ha crecido de la mano de esa necesaria prudencia que permite aportar más fiabilidad.
Tantas personas que han confiado en mi criterio, que han apostado por mí a la hora de encontrar respuesta a aquello que les resultaba molesto y pretendían solucionar.
Una larga excursión desde un criterio modelado por el estudio y la experiencia personal en progresiva evolución, al precioso regalo del trabajo en equipo. A la ventaja de la diversidad de opciones de nuestro osteon. Un equipo que enriquece, que crece, hace crecer y con ello refuerza.
20 años.
Por ahora.
Mil gracias a todos los que lo habéis hecho posible.
