Estas navidades, los hay que han vuelto a esquiar.
Gente apasionada con la nieve, que disfruta deslizándose por las blancas laderas de los montes, devorando curvas en pistas imposibles, sintiendo como… ¡CRACK!
(Pues sí, crack)
…sintiendo como el encanto se desvanece cuando un par de ligamentos y algún trozo de menisco se despiden de su integridad.
La famosa tríada de rodilla, en la que se asocian las lesiones del ligamento lateral interno, ligamento cruzado anterior y menisco interno, suele preceder a la retirada de las pistas con una rodilla hinchada y, pese al entorno, calentita.
Susto, dolor, preocupación, y una larga temporada por delante con la pierna injuriada.
Aprovechando la llegada esta semana a la clínica de los primeros pacientes del año agraciados con tal recado, y aunque para los susodichos ya no sea de gran utilidad, os presento algunas medidas que creo pueden ayudar a prevenir el disgusto.
1. Sincérate con tu condición física. Si no has hecho deporte durante todo el año y tienes una actividad laboral físicamente pobre, el hecho de que tu pareja sea esquiador/a no es razón para ponerse a esquiar. Si quieres acompañarle, disfruta del paisaje, haz muñecos de nieve y pasea por allí buscando animalitos, pero no te pongas los esquís y te lances con él/ella por una pista roja como si tal cosa.
2. Calienta. Y nunca mejor dicho. Los preparativos para el esquí (el mono, gafas, alquiler de utensilios,…), las prisas y los anhelos por empezar, a veces hacen que la gente se olvide de la importancia de un buen calentamiento muscular; al menos invierte unos minutos haciendo algunas carreras, sentadillas y saltos.
3. Intercala descansos. La fatiga debilita y nos hace más torpes, y por tanto más susceptibles de estamparnos en un pino. Muchas caídas son fortuitas, o relacionadas con factores externos que escapan a nuestro control (un exaltado pasado de velocidad que nos arrolla, una piedra bajo la nieve donde no debería estar,…), pero hay otras que se relacionan con una falta de anticipación, un mal gesto, o un desequilibrio, muchas veces condicionados por la fatiga. Unos minutos de “colgar los esquís” de vez en cuando pueden ser suficientes.
4. No te fíes de la rodilleras. La ortopedia ofrece “eras” para todo (tobilleras, coderas, muñequeras,…), pero en el caso de la rodilla, la desventaja mecánica de dichos artilugios generalmente limita su función a la de un mero calentador local. La estabilidad pasiva y activa de la rodilla es compleja, y no podemos pretender mejorarla con una tela compresiva.
5. Los niños son así. Si observas como los críos de 5 o 6 años aprenden a esquiar en un sábado, y se deslizan como si estuvieran genéticamente destinados a ello, no te deprimas. Los adultos somos algo más cerriles para incorporar hazañas motrices, pero con paciencia y práctica, estas habilidades acaban incorporadas a nuestro repertorio. Sin prisas y con respeto a las particularidades de este deporte, a nuestra condición física y al nivel de aprendizaje, al final se consigue esquiar.
¡Que vaya bien!