enero 14, 2013

Una serie de catastróficos despropósitos (IV)

Recientemente, dialogando con una amiga que trabaja en un centro de atención temprana, escuché una historia deplorable.

Los papás de una niña con agenesia del cuerpo calloso (el área de tejido nervioso que conecta los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro), que había estado asistiendo a varias sesiones en el centro, llegando a conseguir un patrón de marcha aceptable, comunicaron a mi amiga cierta decepción con la evolución de su hija. Parece ser que las expectativas de mejora no se ajustaban con los resultados obtenidos hasta ese momento (algo de lo que, con la poca información de la que dispongo, sería incapaz de opinar).

Estos padres pidieron consejo a mi amiga  acerca de un tratamiento que iban a empezar, algo novedoso que les habían asegurado que sería de gran ayuda.

Y al preguntar de qué se trataba exactamente este tratamiento, apareció por medio la osteopatía craneal.

Terapia craneal en bebés

Al parecer, el sujeto que iba a practicarle las sesiones les había vendido su enfoque “terapéutico” como unas técnicas específicas para regenerar el cuerpo calloso, yendo de esta forma directamente a la fuente del problema de su hija, y aumentando así el desarrollo potencial de sus capacidades motrices e intelectuales.

Y ahí es donde me quedé amímico y afásico (vamos, sin palabras y con cara de póker).

Habiendo trabajado durante más de 10 años en un centro con discapacitados físicos e intelectuales, he conocido e intervenido en multitud de casos relacionados con niños con importantes discapacidades motoras, quizás por ello esta situación me resultó especialmente triste.

La desesperación que lleva a las familias con niños con parálisis cerebral y otras grandes discapacidades, a buscar ayuda allí donde entreven un ápice de esperanza, es un motor con energía que en ocasiones parece inagotable. Las acciones a emprender, como todo padre hacia sus hijos, muchas veces no esperan la resolución de la lógica.

Podemos interpretar el error cometido por la persona que defiende la utilidad de la osteopatía craneal como generadora de material neuronal, en el mejor de los casos, como producto de la ignorancia y la credulidad, tras escuchar, creer y no plantearse la realidad detrás de esta estúpida teoría.

En el peor de los casos, podemos pensar que este sujeto es un estafador sin escrúpulos ni honorabilidad alguna, escudado en una bata blanca y la etiqueta de una titulación para aprovecharse de esos recovecos de confianza que el ser humano en ocasiones dispone para esquivar la negación de la evidencia.

Cada día estoy más convencido de la necesidad de fomentar el acceso a los pacientes a información contrastada. A los recursos con los que el trabajo que realizamos encuentra refuerzo científico, como las guías clínicas, artículos,… para evitar, en la medida de lo posible, que personajes imaginativos den rienda suelta a su subjetividad por diferentes motivos, y provoquen confusión en los pacientes con ese humo que curiosamente tan bien se vende.

Un proyecto más para 2013.

 

4 Replies to “Una serie de catastróficos despropósitos (IV)”

Es habitual. Al parecer el 60% de los pacientes que acuden a rehabilitación con patologías crónicas acuden a terapias alternativas. En el caso de niños es aún más. Se evitan culpas, se recibe esperanza, ¡qué se yo!.
Hace falta formar a las personas en capacidad crítica y escepticismo desde la escuela. Pero no funciona así. En las escuelas te dicen lo que debes responder en el examen, lo haces y sacas tu nota. En la carrera se sigue parecido. No se puede dudar del profesor siquiera. Cuando ya supuestamente puedes ser libre para elegir ya estás diseñado para aceptar lo que te dicen y repetirlo.

Carlos López Cubas

Estoy de acuerdo contigo, Samuel.
De esta forma, se consigue a un ciudadano conformista, que ni por asomo duda ante la opinión de alguien que se escuda en la bata blanca, sea cual sea su formación.
Debemos ayudar a nuestros pacientes a acceder a información útil, comprensible, y sobre todo veraz.

Hay que saber donde están los limites de nuestras competencias….Y sí, desgraciadamente hay muchos profesionales que «curan» (como ellos dicen) más con su bla bla que con su tratamiento. //La cultura es como la confitura: menos tienes y más la esparces.

Deja un comentario