Dicen de los fisioterapeutas que tenemos mucho tacto.
Lo tenemos, si lo comparamos con algún que otro energúmeno que anda suelto por ahí…
Hoy una paciente me ha dicho que su querido traumatólogo, en vez de los buenos días, que nunca vienen mal, le ha espetado sin más:
– Y tú, ¿de qué te quieres operar?. [¡ñasca!]
A lo que ha seguido una explicación del tipo: yo de nada, sólo quería que me dijeras qué me pasa, a mi me ha derivado el de cabecera.
Mientras tanto, el buen señor charrando por el móvi, y mi paciente preguntando al enfermero que les acompañaba, con cara de circunstancias, por si se había equivocado de consulta y no estaba en traumatología.
Seguidamente, el doctor (habría que revisar aquello de doctor) le dice que ahí se va a operarse de algo, y como la educación y la paciencia tienen un límite, mi paciente hace acceso del sentido del humor (en vez de emociones más primitivas como podría haber sido la justificada ira), y le comenta, antes de levantarse e irse, que si eso le opere las tetas.
A modo de disculpa-corrección, el traumatólogo acaba parándola en la puerta para decirle que le manda una resonancia.
Fin.
Después de esta conversación con mi paciente he recordado camino a casa que recientemente se me estropeó el motor de la persiana de la clínica. El mecánico me preguntó cuatro cosas, asintió dos veces, se encaramó en el techo desmontable, y tras hacerme pulsar el mando en sus diversas combinaciones de botones, bajó con una pieza (no podría dar más detalles), pulsó él, y la puerta volvió a subir y bajar.
Yo a esto también lo llamo razonamiento, no clínico, pero casi.
A lo del traumatólogo de mi paciente, a quien todo el mundo alaba y bajo cuyo paso se postra (al mecánico de mi puerta le llaman en plan ¡jefe, a ver que coño le haces a la puerta que no tira!), no sabría como llamarlo. Menos mal que es un espécimen aislado, y que el resto de colegas médicos sí hacen uso cotidiano de sus facultades. Porque esta praxis sin razonamiento ni educación no hay como mentarla.
Agotamiento, desinterés, desidia, supremacía,… no sé…
pero, desde luego, tacto, no.
2 Replies to “Tacto”
Lo del traumatólogo tiene un nombre muy claro que padecemos demasiado a menudo en España. Se llama: «soy fijo y no me pueden despedir» (haga lo que haga).
Las quejas de los pacientes son poco tenidas en cuenta. Lo triste es que si ese tipo trabaja en la privada seguro que allí invierte totalmente su comportamiento.
El médico tiene tacto, lo que parecido para un paciente, el tacto rectal… Sigo con el humor para no cambiarlo por otra reacción primitiva, exactamente.
Hay que tener cuidado con las «bromitas», (y para ello ya existen programas varios como el Club de la Comedia) y está bien que le dediques una entrada a ésto. El lenguaje para el paciente es básico y fundamental, y todo profesional de la salud debe tenerlo en cuenta siempre, sin excepciones.
Un saludo «apañero»!