mayo 9, 2012

Pasajeros al tren


Hace varios años, en un momento dado, hizo falta un tren llamado fisioterapia. 

Los medios de transporte del momento declararon su insuficiencia para cumplir las necesidades impuestas, y con relativa urgencia hubo que construir una máquina capaz de hacer llegar unos nuevos paquetes cuya demanda hacía ilógico prolongar la espera. 

Desde países vecinos, ingenieros y otros expertos prestaron ayuda a nuestros técnicos, que con ilusión y celeridad asumieron tan magna empresa. Las prisas muchas veces obligaron a rehusar los fehacientes planteamientos sobre plano, pero aún así, el tren quedó construido y puesto en marcha. 

Fueron pocos los que arrancaron en este primer vehículo, que con paso lento pero firme comenzó su andanza. En los pocos vagones inaugurales, diferentes paquetes, amontonados y a veces casi sin embalar, viajaron a su destino. Por otro lado, en diferentes estaciones comenzaron a formar al personal que en un futuro mantendría el tren en funcionamiento. 

Pronto se fueron acoplando nuevos vagones, con diferentes paquetes, algunos de los cuales muy posiblemente hubiesen cabido en los vagones “de serie”, paquetes que entonces se dejaron provisionalmente en estas nuevas plataformas que, por otro lado, en varias ocasiones costó engranar y conectar a las ya existentes. El criterio posiblemente sugirió que era lo mejor, antes que abandonar estos a veces exóticos vagones, por si acababan molestando más adelante en las mismas vías. 

Al tren, cada vez con una tripulación más numerosa, siguieron subiendo pasajeros, algunos desempeñando un rol más activo, echando una mano para que no se detuviese en su cometido, otros como meros pasajeros, y algún que otro infiltrado que encontró el tren como una buena forma de llegar a puertos remotos luciendo e incrementando sus caudalosas carteras. 

Con el paso de los años, el tren fue movido y promovido por personas más capaces, profesionales con una identidad cada vez más definida. Los paquetes llegaban en mejor estado, pese a la falta de uniformidad entre los vagones, algunos de ellos con extraños accesorios, y la tripulación, entre la que las diferencias progresivas parecían alertar da una falta de rumbo común. 

El asociacionismo puso algo de orden entre los pasajeros, salvo en ocasiones en las que el lucro mantuvo ese conveniente desorden. Las estaciones no daban abasto para controlar los nuevos profesionales emergentes, que muchas veces carecían de tren en que desarrollar lo aprendido. Esta situación, de cuya responsabilidad, como es costumbre, nadie parecía darse por aludido, colaboró a enturbiar la situación de incómodo desconcierto.

Pero aún así, el tren siguió su curso, y con este percal cogió un camino sin marcha atrás que le dirigió a una de las pruebas más difíciles de su recorrido; el túnel de la ciencia. Un túnel que, en su primer transcurso, y al no dar cabida a muchos de los paquetes, lanzó a tierra multitud de ellos e hizo tambalearse a varios de aquellos exóticos vagones que hasta este paso habían seguido enganchados al tren.

Algunos de los maquinistas más veteranos, aturdidos, se echaban las manos a la cabeza, luchando por encontrar explicación a aquello.

Algunos de los recién entrados parecían disfrutar de la situación, y desde la pueril y atrevida ignorancia no se pararon a escuchar los razonamientos que desde la experiencia aportaban los viejos maquinistas.

Y algunos de aquellos acaudalados personajes que hasta el momento se habían enriquecido con el desbarajuste, emprendieron lamentables acciones para mantener su estatus.

Pero, finalmente, el tren…

Bueno, finalmente a saber qué ocurrirá, ya iremos viendo.

2 Replies to “Pasajeros al tren”

Espero que gracias al túnel de la ciencia se pierdan muchos paquetes y vagones… Y que sólo suban al tren los que han comprado el billete correcto. Sólo así podrá avanzar a buen ritmo, con seguridad y eficacia.

Muy bueno!

Me encanta como utilizas las metáforas. Aún no he empezado con tu libro, pero se nota que has escrito cuentos con tus entradas, y tiene que ser precioso.

Esperemos que ese desbarajuste sea cada vez menor y que el túnel de la ciencia sea cada vez más grande porque cada vez tengamos más posibilidades de investigación. Yo por mi parte me he montado hace poco en el tren. Espero no caerme.

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