Rememorando mis años de formación en osteopatía, viene a mi mente cierto seminario que nos transmitía con especial insistencia la necesidad de facilitar la llegada de sangre a los tejidos como base del éxito en el tratamiento de las dolencias de nuestros pacientes.
Dentro del amplio abanico de sugerencias para lograr tal fin, el docente encargado de dicho temario nos presentó la posibilidad de estimular mecánicamente el sistema nervioso simpático, y más en concreto la cadena ortosimpática laterovertebral. Los medios propuestos eran la manipulación de articulaciones de la columna vertebral torácica y las costillas, como la articulaciones costocorpóreas que por cercanía tendrían una gran influencia sobre el ganglio ortosimpático.
Posteriormente, en un congreso dedicado a las novedades en el mundo de la osteopatía, en el que se advertía cierto afán por validar la hasta el momento empírica praxis osteopática, un ponente nos presentó lo que llamó la técnica de «rib raising«, que había utilizado en algún estudio durante 30 minutos (el paciente permanecía boca arriba con las manos del terapeuta debajo empujando hacia adelante sus costillas) para encontrar cambios en la temperatura de la piel en una extremidad del paciente, atribuyéndolo al efecto de dicha movilización sobre el ganglio ortosimpático.
Años después, ya en Londres estudiando acerca de la neurodinámica, otro docente me enseñó la forma de influir mecánicamente sobre el sistema nervioso simpático, en este caso modificando la técnica denominada «slump long sitting» para administrar con más precisión las cargas tensiles sobre esta porción del sistema nervioso.
Pero lo cierto es que, probando tanto unas como otras técnicas, estimulando desde un punto de vista u otro el sistema nervioso simpático, en ningún momento tuve la sensación de estar controlando lo que hacía. Al observar la respuesta a estas y otras técnicas de terapia manual, la respuesta plausiblemente relacionada con la estimulación de este sistema era más bien aleatoria; piel de las manos de mis pacientes en ocasiones más vasodilatadas, y en otras más vasoconstreñidas.
De hecho, llevo años trasnmitiendo como docente de neurodinámica esta incertidumbre a mis alumnos.
Ahora, para recordarme que no es un tema a dejar de tener en consideración, vuelven a aparecer autores interesados en las modificaciones de la actividad simpática en relación con la terapia manual. Tsirakis, formador de la técnica Mulligan, publicó el mes pasado el artículo «The effects of a modified spinal mobilisation with leg movement (SMWLM) technique on sympathetic outflow to the lower limbs«, demostrando el efecto sobre el sistema nervioso simpático, al medir los cambios en la conductancia de la piel de una pierna (y no la otra, es decir, de forma unilateral), de una técnica de movilización con movimiento. Técnica que, dicho sea de paso, utilizamos en la clínica con frecuencia en pacientes con ciática.
En fin, a permanecer atentos al respecto.