En una de las incursiones por la serranía de Cuenca durante estas vacaciones, encontramos una peculiar exposición de figuras salpicadas alrededor de un bonito pueblo llamado Valdemeca.
Luis Zafrilla, autor de las esculturas, troqueladas y pintadas con maestría en grandes planchas de metal, ha representado, con una mezcla de realismo y aspecto envejecido a través de las sombras y el óxido, diferentes escenas costumbristas como las labores agrícolas, ganaderas y de deportes y juegos tradicionales de la zona.
Entre ellos, algunas figuras muestran niños saltando «a la una mi mula», o dejándose caer con el cuerpo rígido sobre otros niños sentados en círculos a su alrededor que los empujan como si se pasaran una pelota. También se representan adultos desarrollando actividades lúdicas en las que compiten por estirar de un garrote, mantener equilibrios en torres humanas en diferentes posiciones, y tirar de sobre sus espaldas a los compañeros en algo que una lugareña nos explicó bajo la denominación de «explotasapo».
Todos ellos, juegos dinámicos, de agilidad, coordinación y fuerza, en las que las diferentes capacidades físicas toman parte en el desarrollo de la actividad lúdica.
Por alguna razón, me vino a la memoria cierta charla entre mamis en la recogida de los niños en el cole, en la que atribuían los dolores de espalda de sus hijos bien a las sobrecargadas mochilas, bien al antiergonómico mobiliario de las aulas. Niños que nada más salir del cole se aferraron a sus consolas de videojuegos para desplazarse como zombis a la estela de sus preocupadas mamás.
Me gustaría haber encontrado estas esculturas antes de terminar mis «Cuentos Analgésicos«. Hubiesen ilustrado a la perfección la idea de invitar a los más pequeños de hoy en día a moverse, moverse y seguir moviéndose.