A menudo, arrastrados por el anhelo desesperado por encontrar la fuente de los problemas de nuestros pacientes, generalmente tras fracasos en tratamientos anteriores o en los casos más peliagudos, recurrimos a la búsqueda de la precisión somática como piedra angular de nuestro razonamiento.
Abogamos a términos como “dolor a punta de dedo”, y aplicamos nuestras capacidades bioscópicas para proyectar, a través de la piel, las diferentes porciones de la anatomía de nuestros pacientes. Incluso solapamos a estas proyecciones los mapas de zonas de Head, dermatomas, campos de inervación de nervios periféricos, y otras distribuciones cutáneas en las que quedan reflejados los malestares de los diferentes tejidos.
Con aquello de “exactamente, ¿dónde te duele?” intentamos hilar lo más fino posible, circunscribiendo a la mínima expresión la zona, confiando en minimizar las posibilidades de error,…
… y, claro, generalmente metemos la mata.
Muchas veces, el hecho de que hayan fracasado los tratamientos anteriores, o de que no todas las piezas encajen a la hora de ajustar la clínica a la teoría, se relaciona con circunstancias algo alejadas del tejido que se haya bajo la “punta de dedo”.
La concreción anatómica en la palpación pierde su valor cuando el Sistema Nervioso Central se encabezona en seguir proyectando por ahí, sin justificación ni necesidad aparente, el dolor.
Una médula sensibilizada, que amplifica los estímulos procedentes de la periferia, o un cerebro aterrorizado por las experiencias nociceptivas anteriores, que desencadena percepciones de dolor tal como las memorizó en su momento, provocan experiencias de dolor que la persona localiza en su cuerpo. Y es así, sencillamente, porque la somatotopía, la capacidad del Sistema Nervioso de representar, cual mapa, la anatomía, así lo sugiere.
Siendo capaces, como clínicos, de advertir esta situación, tan frecuente en casos como, por ejemplo, la fibromialgia, debemos reconocer la futilidad de palpar los trozos de nuestro paciente con los ojos cerrados e infinita concentración. Más que nada porque la fuente no está ahí, y lo único que podemos hacer es marear la perdiz; y con ello me refiero a confundir la ya distorsionada neuromatriz que construye el dolor de nuestro paciente.
Y es con ello con lo que invito a reflexionar acerca de aquello de los “tender points” diagnósticos en la fibromialgia…