Las investigaciones de los últimos 10 años en el campo de la neurociencia han resuelto categorizar el dolor como una percepción, lejos ya de la simplista definición del dolor como sensación. Son muchos los estudios que avalan la idea del dolor como experiencia compleja, situada no únicamente en una vía lineal de impulsos neurológicos, sino más bien como resultado de una extensa red neuronal, dependiente de diferentes áreas del sistema nervioso intercomunicadas, con un componente central predominante.
El dolor nociceptivo (tras un martillazo en el dedo, los receptores de dolor de la zona dan pie a que se procese el mensaje de dolor, y, sin necesidad de muchas más aferencias, noto que me duele. Es algo rápido y fácil de entender en sus comienzos. La respuesta inflamatoria, por influencia química, da continuidad a la aferencia nociceptiva.
El dolor isquémico, relacionado con el mantenimiento prolongado de posturas (ese dolor que entra en el cuello cuando estás 2 horas leyendo cosas como esta en el dichoso ordenador), acidifica los tejidos al privarlos de oxígeno por la carga mantenida, y también supone una aferencia química nociceptiva.
También tenemos el dolor neuropático (podemos citar el síndrome del tunel carpiano y la afectación del nervio mediano), originado en los troncos nerviosos.
Conforme pasa el tiempo, o al relacionarlo con otros factores no directamente relacionados con el estímulo nociceptivo (miedo, depresión, desconocimiento), la cosa se va complicando, y el dolor mantenido empieza a generar cambios tanto a nivel periférico (sensibilización periférica) como, principalmente, central (procesos de sensibilización central). El sistema nervioso se vuelve más “susceptible”, y amplifica la aferencia nociceptiva, hasta el punto de llegar a mantenerla sin necesidad de un estímulo periférico nociceptivo. O lo que es lo mismo, dolor sin lesión, o al menos sin lesión en la zona en la que se distribuye el dolor.
El pensamiento de que “no es necesario tener un cuerpo para sentir un cuerpo” ha cobrado total validez a nivel neurológico, recordando a los clínicos la importancia de la representación de la anatomía a nivel central. Como ejemplo clásico se utiliza el síndrome del miembro fantasma, en el cual pacientes amputados refieren “sensaciones” y dolor en áreas distales al muñón del miembro amputado, ie dolor en el pie que ya no está, pero cuya representación central sigue generando la percepción de dolor.
Si no necesitamos tener un brazo para sentirlo, resulta fácil comprender que no es necesario tener una lesión tisular en el mismo para tener dolor. El cerebro, en relación por ejemplo con estímulos cognitivos y conductuales, puede amplificar, modificar e incluso generar la percepción de dolor. Este mecanismo, conocido como sensibilización central, es de vital importancia en los procesos que cursan con dolor crónico.
Y de ahí el cambio de mentalidad que está obligándonos (o debería) a los fisioterapeutas a un abordaje biopsicosocial del dolor crónico. A un trabajo multidisciplinar, conjunto con la psicología, y sobre todo a una visión renovada del acercamiento terapéutico a los pacientes con una sensibilización central, basado en actuaciones sobre todos los factores que mantienen esa sensibilización (conductuales, cognitivos,…), y en los cuales el factor somático parece no ser el más importante.
La educación del paciente acerca de los mecanismos del dolor, la disminución del temor hacia el dolor, la implicación progresivamente más activa del paciente en su curación, el ejercicio, la relajación y la eliminación de la fármaco-dependencia son unas buenas medidas para empezar.
One Reply to “El dolor como percepción”
Según me comentó el autor de blog, la gente se quejaba de que este artículo dejaba algunos conceptos sin aclarar muy bien. En realidad yo soy uno de los que se quejaba. Pues bien, he encontrado esta página: http://www.vasg.org/el_proceso_del_dolor.htm
En ella, se extienden un poco más algunos de los conceptos, la dejo aquí por si alguien se ha quedado con ganas de más. Un saludo.