No existe consenso alrededor de la necesidad, ni siquiera de la utilidad, de realizar ejercicio físico adicional a la práctica del instrumento en músicos.
Algo que a priori no debería invitar a la duda, se plantea como tema controvertido en el mundo de la música.
En principio, el ejercicio físico debería considerarse como un protector, al dotar de mayor fuerza, elasticidad, coordinación,… en definitiva, una mejor condición física. Y es esta la idea defendida por la mayoría de autores.
No obstante, las particularidades de la exigencia física de un músico, invitan a más de una reflexión.
La actividad física de un violinista es un acto fino, inteligente, y los deterioros neuro-músculo-esqueléticos asociados a esas largas horas de estudio diario se relacionan con una fatiga que poco tiene en común con la del montador de muebles, albañil o chófer de camión.
Puede tener similitudes, sobre todo con éste último, en lo respectivo al tema postural, y a la nocicepción vinculada a inputs de carácter isquémico. Aquí, una mejor condición física aporta indudables beneficios, y en su defecto para los más gandules, la fisioterapia manual.
Pero no encontraremos parecidos en lo respectivo a la función motora más directamente relacionada con «tocar el instrumento». Aquí, la fatiga que prima corresponde al componente cerebral; la distonía focal es una expresión máxima de ello, pero también puede serlo la frecuencia de síntomas disestésicos en extremidades, quizás dignosticados con demasiada desenvoltura como síndromes de atrapamiento.
Dudo que un brazo musculado en un gimnasio esté más preparado para tocar el fagot, como dudo que de esta forma se consiga una prevención de sus lesiones más frecuentes.
Los ejercicios que mis pacientes músicos realizan con las extremidades que manipulan el instrumento, generalmente, van destinados a mejorar la salud representacional, es decir, a la forma en que su cerebro maneja la información que reconoce y proyecta en esas extremidades, y en algunos casos sencillas auto-movilizaciones neurodinámicas.
Prácticas como salir a correr un par de veces por semana, o unos largos en la piscina, rara vez están contraindicados.
Pero no se me ocurrirá poner a un pianista a hacer press banca.