noviembre 19, 2012

¿Dónde está mi dolor?

Hablando de todo un poco, más de dolor que de otras cosas, en las VIII Jornadas de Actualización Profesional del Colegio de Fisioterapeutas de Castilla y León, celebradas en Soria, volvió a aparecer la reflexión acerca de la ubicación del dolor, y la importancia de asentar con firmeza esta idea en los pacientes.

Es un tema que creo que, casi obligatoriamente, debemos abordar dentro de un enfoque pedagógico del paciente con dolor crónico. Más bien habría que animar al paciente a preguntarse, sencillamente, ¿dónde está mi problema?

Para explicar la implicación cerebral del dolor, normalmente es suficiente con una paciente argumentación de la neurofisiología del dolor: razonar el concepto de neuromatriz, con múltiples nodos involucrados, recordar que el sistema de dolor implica a muchas áreas, entre otras cosas para que nunca falle,…

El símil de las lucecitas que se iluminan en diferentes actividades que involucren al cerebro, como la percepción del dolor, es una buena metáfora a utilizar. La resonancia funcional nos muestra imágenes muy coloreadas y, a estos efectos, significativas para tomar como referencia.

No obstante, en determinados pacientes especialmente desconfiados o convencidos de poseer la razón como usuarios de su dolor, parece ser que no siempre es suficientemente convincente ni gráfico.

Podemos en estos casos involucrar más explícitamente al cerebro citando, pero midiendo bien las palabras, algún estudio que ha demostrado el deterioro neuronal cerebral en pacientes con dolor crónico: en pacientes con dolor crónico, autores como Irene Tracey han detectado un 5-11%, o 1,3cm3/año menos de materia gris. Arturo Goicoechea, con el que mantuve varias charlas muy nutridas al respecto a nivel peri-jornada, propuso para interpretar con coherencia este mensaje, utilizar el símil de las consecuencias del desuso sobre el músculo; tal como éste se atrofia en respuesta a la inmovilización, las neuronas sometidas a un uso anómalo en relación con los procesos neurofisiológicos relacionados con el dolor crónico, se presentan menos voluminosas, quizás menos arborizadas, quedan en un estado más… pachucho.

El síndrome de dolor del miembro fantasma también puede servirnos en nuestra argumentación. Algunos pacientes comentan: «a veces preferiría que me cortaran la mano para que dejara de doler». Podemos explicarles que esto no sólo no haría que dejara de doler, sino que además mermaría considerablemente la función al quedarse sin mano. En los pacientes con síndrome del dolor del miembro fantasma, el pie que les duele no está, y es difícil atribuir a ese pie el origen de su dolor.

Argumento quizás demasiado contundente, pero cada paciente necesita sus metáforas, sus razonamientos, y para que la responsabilidad cerebral no quede en duda, una buena elección del vehículo del mensaje puede marcar la diferencia entre quedar como una anécdota, o una cognición aceptada e integrada.

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