Las vísceras están inervadas. También lo están los tejidos conjuntivos que las rodean. Por tanto, cuando hay un daño en estas estructuras, pueden ser fuente de nocicepción.
¿Qué es la nocicepción?
La nocicepción es la capacidad que tiene nuestro sistema nervioso para advertir e informar acerca de un daño. Para ello, cuenta con múltiples sensores o nociceptores distribuidos a lo largo del cuerpo.
Si te golpeas la rodilla y te duele, esta respuesta habrá iniciado con el proceso de la nocicepción. Los nociceptores habrán detectado la amenaza para los tejidos de la rodilla, e informado a áreas superiores del sistema nervioso central. Tras las modulaciones pertinentes, para dar la relevancia merecida a la información, el córtex cerebral proyectará en la rodilla la sensación de dolor para que tomes las medidas oportunas para su protección.
Aunque no todo proceso de dolor se relaciona necesariamente con la nocicepción, este mecanismo es parte fundamental del dolor agudo. Del dolor útil, el que nos protege. El dolor crónico o disfuncional sigue otros procesos.
La nocicepción visceral
En un infarto de corazón (se ahoga parte del músculo cardíaco), o una úlcera de estómago (herida en la mucosa gástrica), también existe nocicepción. La nocicepción desde la vísceras también provoca acciones neurológicas que determinan una respuesta. Esta respuesta puede ser de espasmo local, pero también de aumento de tono muscular en zonas remotas. Y, en el caso de la proyección del dolor, generalmente será también remota.
La víscera lesionada no duele donde está. Por un proceso de convergencia de información en el segmento espinal por el que transcurre la nocicepción visceral, el paciente generalmente refiere el dolor en zonas anatómicamente alejadas de aquellas en que se localiza la víscera. El proceso es conocido como dolor referido visceral.
Así, por ejemplo, los nervios frénicos y vagos hacen que el hígado lesionado duela en el hombro derecho, y el estómago en el hombro izquierdo.
La convergencia de información visceral con información somática justifica también casos como el Síndrome de Sandifer, especialmente llamativo en niños, caracterizado por cuadros de tortícolis por reflujo gastroesofágico que se pueden confundir con epilepsia y daños neurológicos graves.
En ocasiones, el dolor lumbar puede relacionarse con trastornos renales o gastrointestinales.
Así, por ejemplo, este estudio ha identificado una fuerte asociación entre el dolor de espalda y los síntomas gastrointestinales en mujeres. Los autores atribuyen los posibles factores que pueden explicar esta relación a:
- dolor referido a través de la convergencia viscerosomática,
- alteración de la percepción del dolor,
- aumento de la carga espinal al forzar durante la defecación, o
- reducción del soporte del contenido abdominal y la columna secundaria a cambios en la función de los músculos abdominales.
La participación de la nocicepción se plantea como un reto en el diagnóstico diferencial de los pacientes con dolor.
En pacientes con reflujo, digestiones pesadas, transaminasas altas, colesterol muy elevado… no está de más tener en consideración la posibilidad de que un problema visceral esté detrás de los síntomas aparentemente musculoesqueléticos del paciente.