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Los fisioterapeutas formados en neurobiología del dolor estamos preparados para reconocer y abordar el dolor crónico relacionado con los procesos de Sensibilización Central.
La neurociencia nos aporta argumentos para entender la continuidad en la experiencia dolorosa de nuestros pacientes, pese al estado de salud de los tejidos en los que se proyecta.
Ahora bien, la importancia de un buen diagnóstico para respaldar estos abordajes del dolor es especialmente necesaria en estos casos.
Dado que muchas veces somos los fisioterapeutas los profesionales sanitarios que en primera instancia nos encontramos con estos pacientes, resulta de vital importancia conocer aquellos cuadros clínicos cuya malinterpretación, por semejanzas en la presentación de los síntomas, puede despreciar la presencia de posibles entidades patológicas de gravedad, y retrasar con ello la remisión al especialista oportuno.
He pensado que dedicar algunas entradas a estas entidades clínicas, puede ayudarnos a sospechar de ellas, para con ello derivarlas con mayor celeridad.
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Cáncer (II)
Características del dolor oncológico
Como comentábamos en la entrada anterior dedicada al cáncer, el 30% de los pacientes oncológicos padece dolor en algún momento de la enfermedad. El llamado dolor oncológico puede relacionarse con el tumor, con el tratamiento del mismo (dolor iatrogénico), o con ninguno de los dos.
Cuando el dolor se relaciona directamente con el tumor (lo que ocurre en la mayoría de los casos de dolor oncológico), los tejidos óseo, nervioso y/o visceral pueden estar implicados.
Las metástasis óseas son la causa más frecuente de dolor. La razón de que la invasión ósea del tumor provoque dolor es, en principio, la síntesis de prostaglandinas relacionadas con la sobrecargada actividad osteoclástica y osteoblástica, aunque también puede estar indicando una fractura patológica en el hueso en que asienta la metástasis, que despierta la nocicepción local y/o comprime otras estructuras neuro-vasculares.
Uno de cada cuatro pacientes oncológicos desarrolla dolor en relación con el tratamiento recibido: la radioterapia y/o quimioterapia, o la cirugía.
Por último, se calcula que el 10% presenta un dolor sin relación ni con el tumor ni el tratamiento del mismo.
Los fisioterapeutas escuchamos historias de dolor en nuestros exámenes subjetivos y los provocamos en los exámenes físicos. Exploramos movimientos y sensibilidad de estructuras, y en algunos casos, algunos signos pueden desviar nuestra atención de los cuadros estrictamente mecánicos hacia la posibilidad de patología tumoral. Aunque la mayoría de las veces, este dolor tiene una naturaleza benigna, es preferible la detección y remisión precoz.
Un primer indicativo es la incongruencia entre los tests y/o tratamientos con diana en un problema mecánico: un comportamiento clínico inesperado ante unas pruebas diagnósticas mecánicas, o ausencia de respuesta al tratamiento, debe empezar a advertirnos.
Otras características del dolor y de la exploración pueden ser también indicativas de alerta:
- Dolor de fondo. Aunque varía en intensidad y zona de proyección, el dolor está presente de forma implacable, constante y continua. Nunca hay “silencio”, siempre está el dolor como una “musiquilla” de fondo.
- Más signos que síntomas. Al explorar, encontramos en los tests hallazgos más significativos, más llamativos que lo que cabría esperar según lo reportado por el paciente (síntomas).
- Final vacío. Cuando exploras de forma pasiva una articulación, puede dar la sensación de que el tope final “no ejerce tope”, sino una sensación de vacío. Es espacialmente característico este hallazgo cuando se explora la flexión de cadera.
- Dolor nocturno.
- Clínica radicular de más de 3 niveles en área cervical, o más de 2 niveles en área lumbar.
- Clínica radicular de L1 o L2.
- Asimetría o clínica relevante al testar de forma neurodinámica el nervio obturador.
- Bilateralidad en los síntomas y signos., y distribución del dolor infrecuente.