Últimamente me he reencontrado con la metodología Bobath.
La, al menos desde mi punto de vista, optimista forma de abordar las lesiones neurológicas propuesta por la pareja Karel y Berta Bobath allá por los 40 aún sigue vigente. Una orientación basada en la declaración de inutilidad de la espasticidad, impulsada por la alineación de los puntos clave y la importancia prestada a la postura, sigue alimentando a docentes y alumnos, terapeutas y pacientes.
A cada uno en diverso grado y manera.
Aunque es un concepto también aplicado a niños paralíticos cerebrales, voy a hacer referencia a los pacientes neurológicos adultos con secuelas de Accidentes Cérebro-Vasculares.
Estos pacientes, con secuelas de ictus, se despiden de una flacidez inicial, ante un desprevenido y malherido encéfalo que intenta situarse en las semanas posteriores a la catástrofe isquémica. El aturdido cerebro sustituye esta inhibición del tono postural por una tremenda espasticidad y un sinfín de intentos de restauración de los movimientos por medio de improductivas reacciones asociadas. Movimientos estereotipados y grotescos que desde la desproporción en la medida del tono muscular estorban al paciente en la recuperación de sus habilidades motrices.
La idea Bobath sugiere técnicas para ayudar a reencontrar el equilibrio postural, a prevenir las reacciones asociadas, a estabilizar las cinturas y permitir una inervación recíproca coordinada de las extremidades, a disociar los movimientos de la pelvis para permitir una marcha normal. Trabajosas técnicas, para fisioterapeuta y paciente, cuya repetición y perseverancia puede llegar a ofrecer una vía de rehabilitación a los pacientes hemiparésicos cuyas ganas de volver a moverse con libertad da justificación a tanto trabajo.