diciembre 1, 2009

Bob

Bob es una pelota invisible.
Es del tamaño de una pelota de balonmano, quizá algo menos dura y pesada, y, eso sí, mucho más bonita.
Podemos jugar con Bob de muchas formas; podemos cambiarlo de mano, aplastarlo, retorcerlo, darle golpecitos con el pie, rodilla, codo y hombro, hacerlo girar en nuestro dedo (sin olvidarnos de darle vueltas con la otra como los del baloncesto), hacerlo rodar por nuestro cuerpo (como las de gimnasia rítmica esta vez), lanzarlo al aire y recogerlo, sostenerlo con la palma y cambiar rápidamente al dorso de la mano, aguantarlo en equilibrio con la cabeza,… un sinfín de posibilidades.
Podéis encontrar a Bob en grandes almacenes, también en la pequeña tienda de vuestro barrio, y en el parque, el dormitorio, e incluso en el cuarto de aseo.
Tan sólo tenéis que abonar un poquito las neuronas con algo de imaginación, y dejar que nuestro cuerpo virtual disfrute con la sorpresa.
La representación que nuestro sistema nervioso central hace de nuestra anatomía y fisiología encuentra, al adjuntar un elemento imaginado, una invitación al enriquecimiento de sus alianzas neuronales.
Distracción e imaginación, dos preciosas herramientas para lidiar con el dolor, relacionadas en un agradable ejercicio neuronal.
Seguiremos hablando de Bob.

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