Arturo Goicoechea , jefe de Sección de Neurología del Hospital Santiago de Vitoria (Alava) y autor de los libros Jaqueca (2004), Depresión y dolor (2006) y Cerebro y dolor (Esquemas en dolor neuropático) (2008), ha publicado hoy en su blog un artículo que, como fisioterapeuta-educador implicado en la reconceptualización del dolor en el abordaje de mis pacientes, no podía dejar de citar en éste mi blog.
Sin adelanto alguno de su contenido, y animando a mis lectores a seguir las fantásticas aportaciones de tintes neurofilosóficos de este prestigioso neurólogo, os dejo link y transcripción literal del artículo:
La nueva fisioterapia
No hay artículo sobre dolor que no comience con la reflexión pertinente sugerida ya por Meltzack y Wall a mediados del siglo pasado de que no sólo es un síntoma con una determinada cualidad sensorial sino que siempre lleva acoplada una repercusión emocional y una evaluación sobre origen y consecuencias.
Una vez cumplido el ritual de las declaraciones solemnes preliminares hay prisa en profesionales y usuarios por poner una etiqueta y un remedio.
La etiqueta segrega el dolor en zonas y/o tejidos: «de la columna», «muscular», «de los nervios», con una referencia confusa a orígenes: «inflamación», «desgaste», «sobrecarga», «contractura», «estrés»… y los remedios ofrecen su poder antinflamatorio, calmante, relajante y tranquilizante.
No queda mucho más tiempo disponible para análisis emocionales y cognitivos y, caso de que la cosa venga torcida tras la aplicación infructuosa de los primeros auxilios, aparece en el horizonte el recurso de la petición de ayuda a especialistas: para el dolor de cabeza el neurólogo y para el «musculoesquelético» el traumatólogo.
Los traumatólogos solicitan pruebas especiales y si los resultados no muestran nada especial certifican el «de lo mío no es» y pasan el problema a «Rehabilitación». Tras varias sesiones de ejercicios y masajes, si tampoco se resuelve el atasco, queda la opción de las Unidades del Dolor.
La visita a la Unidad del Dolor supone habitualmente un incremento en fármacos, con resultados inciertos y no excesivamente brillantes (en ausencia de daño necrótico) por lo que, con unos pocos años de más encima, el paciente aparece por la consulta de las neuroespecialidades: Psiquiatría, Psicología y Neurología, en secuencia variable.
El paciente a estas alturas se ha vuelto un impaciente y su única certeza es la del dolor, aún no debidamente etiquetado ni remediado y la del confuso universo de especialistas a los que ha visitado sin ser visto.
El dolor no tiene ya quien le ponga ni siquiera un nombre y menos aún un remedio.
Es el momento de las modernas etiquetas: fibromialgia, fatiga crónica, vulvodinia, colon irritable, cefalea tensional…
El impaciente crónico puede al fin saber cómo se llama lo que ocasiona su infierno y abre la puerta a la esperanza… en el futuro, cuando al fin se desvelen orígenes que traigan de la mano la solución.
En este punto de nuevo y prometedor diagnóstico cualquier referencia a los clásicos componentes emocionales y evaluativos del dolor provoca recelos pues rescata de la atormentada memoria de los pacientes la época de las veladas o explícitas alusiones al origen psicológico.
Son tiempos de genes, infecciones ocultas y disfunciones sistémicas. Se retoma la esperanza y la lucha legítima por, al menos, el respeto al sufrimiento y la obtención de subsidios. El desencuentro enrarece la atmósfera entre pacientes y profesionales…
Meltzack y Wall lo intentaron pero todo parece indicar que predicaron en el desierto. El dolor ni siquiera es ya una experiencia desagradable pues se niega su realidad y el análisis emocional y evaluativo no es posible por la hipersensibilidad de los pacientes a sólo mencionarlo.
Los expertos se reúnen y reclaman una vez más abordajes multidisciplinares y el deseado modelo biopsicosocial o el psiconeuroinmunoendocrinológico.
La multidisciplinaridad suena engañosamente bien pues parece que todos los especialistas implicados van a unir e integrar conocimiento y esfuerzo pero no parece que eso esté sucediendo. Ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre el origen del problema. Los nuevos diagnósticos no están consensuados. Se discuten los mecanismos.
En mi opinión se abre una nueva vía que puede dar sus frutos. Es una vía abierta por fisioterapeutas implicados históricamente en la atención continuada a pie de camilla con el paciente, acostumbrados a tocar con sus manos cuerpos sensibles y rígidos y a escuchar las quejas de viva voz. Son fisioterapeutas que han vislumbrado las certezas de la responsabilidad de la red neuronal en la génesis y desarrollo del dolor.
Está en gestación una nueva criatura profesional con un futuro prometedor. Tiene la oportunidad de integrar lo que los años pasados han desintegrado.
Por esta vez sea bienvenida esa necesaria especialidad: la de los profesionales implicados emocional y cognitivamente con el organismo que genera dolor y con el padeciente que lo sufre.
PUBLICADO POR ARTURO GOICOECHEA