Con la llegada de los primeros fresquetes, y los niños de vuelta al colegio, con su ávida tendencia a compartir microbios, vuelve a las calles la palabra angina.
Aglutinada en el mismo saco de las vegetaciones, amígdalas y otras variantes, el término “anginas” parece que lleva la delantera. La referencia común es al edema con que las mucosas inflamadas del paladar estenosan el istmo de las fauces (allá, en las profundidades de la boca), provocando dolor de garganta, fiebre, dificultad a la hora de tragar y esa dichosa carraspera.
Resulta que angina significa precisamente, del latín “angere”, estenosis. La angina catarral que congestiona la faringe, la angina de pecho, por estenosis de las arterias coronarias,…
La angina no es, pues, un pedazo de anatomía, sino un estado edematoso que constriñe el paso de algo.
Lo cual me lleva a una idea. Un tanto rebuscada, pero una idea al fin y al cabo. El síndrome del túnel carpiano, si atendemos únicamente a su concepción más mecánica, es una “angina” del carpo: un edema en el interior de tal angosto túnel que comprime las estructuras contenidas, entre ellas el nervio mediano.
Y cuando movemos nuestro brazo arriba y abajo, si sufrimos de un síndrome del desfiladero escápulo-torácico, probablemente sea una “angina” costo-clavicular la que nos provoque ese impertinente cosquilleo en los dedos.
Beber agua para mejorar las molestias por las “anginas” (amigdalitis, ahora sí) sería algo así como practicar ejercicios neurodinámico del tipo “slider”, deslizando las estructuras neurales a través de sus obliterados canales…, y aliviar así la carraspera
One Reply to “Angina costo-clavicular”
jaja, me parto, sí señor, muy buena paradoja